“El cuerpo de la mujer es utilizado como un campo de batalla. La mujer en la RDC es violada y esa forma de violencia sexual se utiliza como arma de guerra. Respiro esa violencia, me despierto y me duermo en esa violencia y trabajo en esa violencia”.- Caddy Adzuba

La República Democrática del Congo (RDC) es un país de más de 60 millones de habitantes situado en pleno corazón de África, con una amplia diversidad cultural que le otorgan los  cientos de grupos étnicos que lo habitan, cada uno con su cultura y su lengua. Con una gran riqueza paisajística que abarca desde la selva o la sabana a los manglares y grandes lagos, tiene cinco Parques Nacionales catalogados como Patrimonio de la Humanidad. Y, sin embargo, por lo que es más conocida en Occidente es por los recursos minerales que se esconden bajo su suelo. En el Este tiene minas de cobalto, cobre, oro, diamantes, estaño, del hoy tan preciado coltán...  y como la codicia humana no tiene límites está en guerra desde 1996. La producción del 85% de todas estas minas está en manos extranjeras, así que a pesar de ser uno de los países con más recursos, la mayoría de su población vive en extrema pobreza. Tal es así que en 2019 casi dos millones de congoleñxs emigraron en busca de una vida mejor. El control de esa riqueza  ha provocado mucha violencia en la zona. Nos llama poderosamente la atención que a finales del s.XIX Congo llegó a ser propiedad personal del rey belga Leopoldo II, que dicho sea de paso trató a sus habitantes como esclavxs, ejerciendo sobre ellxs una crueldad extrema. Según cuenta la historia asesinó a más de cinco millones de hombres, mujeres y niñxs. A partir de 1900 la prensa extranjera publicó las espeluznantes condiciones en las que obligaba a vivir a lxs nativxs y el rey belga se vio obligado a renunciar a su dominio personal y convirtió el Congo en una colonia belga. Después de la independencia del país se han sucedido gobiernos corruptos que se han vendido a las multinacionales y que no han conseguido mejorar la situación de sus gentes. De hecho, durante la II Guerra Mundial y la Guerra fría, Congo suministró uranio a EEUU para la fabricación de la bomba atómica. Lxs congoleñxs venden el coltán, llamado mineral de sangre, a las empresas tecnológicas que lo transforman en tantalio y a su vez lo venden a las multinacionales para la fabricación de teléfonos móviles y otros aparatos electrónicos. A causa  del coltán hay niñxs soldado y unas 1.152 mujeres son violadas diariamente. Parece que ni a los medios de comunicación del país ni a la prensa extranjera les interesa mucho dar a conocer esa cruda realidad. Las potencias internacionales y las fuerzas de paz de la ONU que conviven con la población desde hace décadas tampoco ayudan mucho, incluso se ha documentado algún caso de violación por su parte. 

Caddy Adzuba nació en 1981 en Bukavu, RDC. Es la mayor de ocho hermanxs, que vivían en un barrio acomodado hasta que en 1996 estalló la guerra y se vieron obligadxs a huir. Caddy, que entonces tenía 15 años, se perdió de su familia y continuó sola el camino, en el que sufrió y fue testigo de todo tipo de calamidades. Cuando por fin consiguió reencontrarse con su familia y regresaron a casa, se  la habían desvalijado. Siguieron otras guerras, o quizá siempre la misma, pero ya decidieron quedarse. Estudió Derecho en Universidad de Bukavu y desde los 18 años se dedica a denunciar con dureza y determinación la violencia sexual que sufren las mujeres de su país como consecuencia de esa guerra.

Desgraciadamente conoce bien la violencia y, sin pelos en la lengua, ha decidido dar voz a las mujeres de África para sensibilizar a la comunidad internacional para que  presione y se le ponga fin. Por ello ha sido amenazada de muerte, aunque no tiene miedo y después de dar conferencias por el mundo, siempre regresa a su país "Soy de más ayuda viva que en la tumba. Cuando me amenazaron de muerte, atacaron mi casa y mataron a mi perro, paré todo y me dije que había hecho todo lo que estaba a mi alcance. Dos meses después de dejarlo todo, varias mujeres vinieron a mi casa. Querían que las acompañara a denunciar a sus violadores. Me echaron en cara que yo les había prometido que iba a asesorarlas en el proceso y no lo estaba haciendo. Ahí me di cuenta de los compromisos que había ido adquiriendo". Lo hace porque casi ningún medio internacional se hace eco de la situación, porque el poder de las multinacionales es tan grande que controlan  los medios. Caddy defiende un tipo de periodismo “Respetuoso, comprometido y que construya y aporte a la sociedad una especie de solidaridad planetaria”. 

Se han elaborado algunas normas sobre la protección de los derechos humanos y de la mujer en conflictos bélicos, pero no hay medidas coercitivas que las acompañen para poderlos aplicar, así que la violencia está destrozando a la mujer en el Congo, hasta el punto de que Adzuba la califica como catástrofe humanitaria. Comenta que las causas de la guerra están relacionadas con el interés económico a nivel internacional, aunque también las hay locales y regionales “La riqueza de sus recursos solo es superada por la crueldad y exuberancia de la violencia”. En la década de 1980 Congo sufrió una grave crisis económica, los hombres dejaron de cobrar su sueldo y no pudieron hacerse cargo de las necesidades de sus familias, a menudo con muchxs hijxs. Así que las mujeres, que hasta entonces se habían quedado en casa cuidando de la prole, empezaron a organizarse entre ellas para mejorar la agricultura y vender lo que cultivaban a pequeña escala, convirtiéndose en el sustento de las familias. Pero lxs más vulnerables siempre sufren más en situaciones de guerra. Cuando esta comenzó, los que la planificaron sabían que “En Congo, para ganar la guerra había que destruir a las mujeres. Si las destruyes a ellas, destruyes la comunidad. Hay que aniquilar esa fuente económica”. Además, un congoleño no acepta en casa a una mujer que haya sido violada, siente vergüenza y la expulsa. Ella se lleva a lxs hijxs y así se destruye la comunidad.

Adzuba da voz a esas mujeres congoleñas a través de las ondas. Desde su micrófono en radio Okapi (fundada en 2002 por la ONU) denuncia con determinación a quien quiera escucharla las torturas y violaciones que sufren a diario en RDC 1152 mujeres y niñas  “Los que planifican la guerra violan a las mujeres y así ahorran munición. Una mujer violada durante una guerra es una mujer enferma. Hay una impunidad enorme. Los grandes criminales están en el Gobierno, instalados en el sofá”. Además promueve su reinserción en la sociedad, aunque esta las repudie. Como periodista es miembro de la Asociación Mujeres de la Prensa, y como abogada está en una Asociación con el proyecto Autonomía de la Mujer. Ha organizado un grupo de unas 150 mujeres víctimas de abusos sexuales que habían perdido la esperanza y,  gracias a profesoras y mujeres de distintas profesiones que les enseñan a hacerse cargo de sí mismas, se han convertido en líderes de sus barrios “Sueño con que todas las mujeres víctimas de violencia sexual se conviertan en mujeres líderes, mujeres fuertes. Sueño con que la mujer consiga ser autónoma, porque he comprendido que es la única vía para el desarrollo de mi país y la única vía para la paz”. Poco a poco les ha ido cediendo  la palabra, y a través de esa emisora “Las mujeres envían sus denuncias, transformando su condición de víctimas por la de reporteras de guerra”.

Caddy participó en 2012 en ‘Un banquete cruel. ¿PourQuoi?’, corto dirigido por Ouka Leele, que trata sobre una violación real de una mujer que después es obligada a comerse a sus bebés durante su cautiverio como esclava sexual.

Por toda su trayectoria ha recibido numerosos reconocimientos, varios en nuestro país. En 2009 el Premio internacional de Periodismo Julio Anguita Parrado y el de la Asociación de Mujeres Periodistas Club de las 25. En 2010 la Universidad de Málaga le concedió el Premio Internacional Libertad de Prensa. En 2012 ganó el Premio Mujer del Año del Consejo Regional del Valle de Aosta en Italia. En 2014 recibió el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia por ‘Ser un símbolo de lucha pacífica contra la violencia que afecta a las mujeres’. Con el dinero del premio creó un sistema de microcréditos gracias al cual, las mujeres víctimas de la guerra están pudiendo tener acceso a nuevas formas de ganadería, artesanía o comercio, que les están aportando autonomía personal.

El Banco Mundial calcula que la demanda de minerales de sangre aumentará un 50% hasta el año 2050 para la fabricación de baterías, móviles, placas solares o eólicas. Teniendo en cuenta que la RDC aporta más de la mitad, parece necesario y urgente fijar límites y mecanismos de control a esa explotación minera, que además de la guerra está destruyendo el medio ambiente y tan solo aporta al país un 27% de los beneficios que obtiene. Adzuba lleva años pidiendo que se controle la procedencia de los minerales y la responsabilidad social de las multinacionales en materia de derechos humanos  “Mi país es demasiado rico. A solo 300 km de mi casa hay uranio. Es un país tan sorprendente que he visto correr oro por las calles de tierra y a la gente recogiéndolo. Es un país raro, loco. En la región en la que vivo hay gorilas y primates que son únicos en el Planeta. El coltán más puro del mundo se encuentra en Colombia y en el Congo. Y estamos en guerra desde 1996”. Hace unos días se reunieron en Dakar representantes políticos, empresarios y sociedad civil de más de 50 países miembros de la EITI (Iniciativa de Transparencia en la Industria Extractiva), aunque sospechosamente no estaba ninguno de los mayores extractores: EEUU y China y muy pocos de países europeos. Es un programa para aumentar la transparencia financiera y elaborar protocolos de actuación. Aprobaron que los beneficios sociales lleguen a las mujeres, que suelen ser las más perjudicadas por esa industria. Debería haber un equilibrio más justo, parar la guerra y remunerarles como realmente merecen, siempre cuidando su medio ambiente y sus condiciones de vida.

Antes de cambiar de móvil por capricho, sin duda  nos lo pensaremos dos veces.

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