“Es tiempo de que la sociedad se mueva hacia las mujeres, no las mujeres hacia la sociedad”.- Jocelyn Bell

Es una más de esas mujeres brillantes que han conseguido un gran logro y no se les ha reconocido oficialmente. Afortunadamente  no se rindió y la vida le ha dado la oportunidad de demostrar su inmensa valía. Además, la comunidad científica sí le ha reconocido sus aportaciones a la  astronomía con la concesión de innumerables premios. Pero el más significativo a nivel mundial y el que más merecía, el Nobel, en este caso de Física, no se lo dieron a ella por su descubrimiento, sino al hombre que dirigió su Tesis Doctoral. 


Jocelyn Bell nació en 1943 en Belfast, Irlanda del Norte, en una familia acomodada. Se crio con sus padres y tres hermanos en una casa de campo. Pertenecían a la comunidad religiosa protestante de los cuáqueros. Su padre era arquitecto y uno de los  trabajos que realizó fue el de la ampliación del observatorio astronómico de Armagh. Ese fue el primer contacto de Jocelyn con los libros de  Astronomía. A los 11 años suspendió el examen de ingreso en la escuela, pero sus padres le dieron una segunda oportunidad y esta vez lo superó. Estudió en el Mount School for Quaker Girls en York. Posteriormente cursó estudios superiores  en la Universidad de Glasgow donde cuenta que en clase eran 49 hombres y ella “En la Universidad de Glasgow cuando una mujer entraba en el anfiteatro principal era tradición que todos los hombres silbaran, golpearan el suelo o aplaudieran. Si te ruborizabas, lo acentuaban más”.

Después de graduarse en Filosofía Natural (Física) en 1965 se trasladó a Cambridge a hacer el doctorado en radioastronomía. Bell  pensaba que no era lo suficientemente inteligente para estar allí, lo que se conoce como el síndrome del impostor “Llegué a Cambridge, centro del conocimiento, desde un pueblo muy pequeño del norte de Irlanda y me sentía muy provinciana”. Así que como creía que no era lo suficientemente buena, intentó suplir esa carencia trabajando muy duro todos los días de la semana. Nos ha fascinado su método de trabajo. Pasó los dos primeros años construyendo un radiotelescopio, y después capturando y analizando minuciosamente cada señal, cada detalle de los datos que este le enviaba “Estábamos en 1967 y solo había un ordenador en toda la Universidad. Los datos venían en tiras largas de papel, las cartas astronómicas, y producíamos cien pies al día. Usé el telescopio durante seis meses, con lo que llegué a tener 5km de papel que escaneé con el ojo”.

Lo que buscaba eran cuásares, que son galaxias recién nacidas, y lo que no sabía era que había desarrollado un telescopio de tan alta definición que era capaz de medir púlsares, que son estrellas de neutrones que giran a alta velocidad y están muy magnetizadas. Un buen día Jocelyn descubrió una señal que se repetía con cierta periodicidad, pero su director de Tesis le dijo que debía de provenir de algo humano “Él sabía más física que yo, pero a veces es bueno no saber demasiado”. Bell estaba segura de que eso no era posible porque había seguido la periodicidad de la señal, que se repetía con frecuencia estelar  “Fuera lo que fuera, se encontraba entre las estrellas”. En aquella época no se sabía ni lo que era un pulsar “Fue una gran sorpresa. Cuando lo encontramos no podíamos creerlo. La gente te pregunta, ¿cómo fue aquel momento? Pero no hay un momento. Los descubrimientos no son rápidos ni instantáneos. Existe un largo y lento proceso detrás”. A destacar que inicialmente llegaron a pensar que se trataba de una señal extraterrestre, lo que les llevó a bautizar la señal como LGM-1, de las siglas en inglés de hombrecillos verdes (Little Green Men). La importancia de ese hallazgo llevaría años después a Antony Hewish, su director de Tesis a recibir el premio Nobel de Física. Bell ni siquiera aparecía entre los autores “No quería parecer una alborotadora porque era muy precaria. Hoy hablaría de otra manera”.

Jocelyn se casó nada más defender su Tesis Doctoral. Después tuvo un hijo, que se haría físico como ella, y, como suele pasar, su carrera se complicó “En aquella época en Gran Bretaña estaba mal visto que una mujer casada trabajara, porque indicaba que el marido no ganaba lo suficiente. Además estaba demostrado que si las madres trabajaban, las criaturas se volvían delincuentes. Los periodistas me hacían preguntas tan relevantes como si era más alta que la princesa Margarita, la medida de mi cintura o cuántos novios tenía en aquel momento”. A pesar de las dificultades y de lo complicado que le resultó abandonar la primera línea de investigación,  tuvo medias jornadas mientras cuidaba a su hijo. Tenían que cambiar a menudo de domicilio por el trabajo de su marido, y ella buscaba empleo relacionado con la Astronomía “Yo tenía que ir con él y buscar otro trabajo en otra parte del país. Gracias al descubrimiento de los púlsares, las personas estaban dispuestas a dármelo cuando me cambiaba a otro sitio, pero tenía que ser flexible”. Ejerció como docente en Southampton, en el University College de Londres, en la Universidad de Princeton y como gerente en la construcción de un telescopio en Hawai entre otros trabajos. Después, cuando su hijo creció y se separó, fue consciente de que por fin era libre, decidió trabajar donde quisiera, a jornada completa aunque “Siempre gané menos dinero que un hombre”.

Volvió a la Universidad, creó su propio equipo y estudió estrellas binarias. En la actualidad, con 79 años, es profesora visitante de astrofísica en la Universidad de Oxford, pertenece a la Mansfield College de Oxford, es vicerrectora del Trinity College de Dublín y Presidenta de la Royal Society de Edimburgo. También fue Presidenta de la Sociedad Real Británica de Astronomía durante dos años y del Instituto de Física durante tres.

A pesar de no haber recibido el Nobel junto a Hewish, son muchísimos los premios que tiene en su haber por su labor científica, entre ellos el Premio Especial al avance en Física Fundamental en 2018, dotado con 2,3 millones de libras, que Jocelyn donó para ayudar a mujeres, minorías étnicas y refugiadas a convertirse en investigadoras de Física “Las personas que pueden acceder a esta beca son mujeres, racializadas, refugiadas y personas con diversidad funcional, en otras palabras, no hombres blancos”. También en España ha visto reconocida su labor con la medalla de Oro del CSIC, en 2015, el doctorado honoris causa por la Universidad de Valencia 2016 y el pasado mes de octubre fue investida doctora honoris causa por la Universidad del País Vasco. En el acto, la rectora de dicha Universidad dijo que Jocelyn Bell es la estrella ausente en el firmamento de estrellas que configura el premio Nobel. En 2021, le fue otorgada la Medalla de Copley de la Sociedad Real de Londres, siendo la segunda mujer en recibirla.

Jocelyn considera que lxs estudiantes de doctorado no deben recibir el premio Nobel "Creo que degradaría los Premios Nobel si se otorgan a estudiantes de investigación, excepto en casos muy excepcionales, y no creo que el mío fuese uno de ellos".

Respecto al número de  mujeres científicas, Bell considera que varía dependiendo de la cultura y del país, y recalca que hay que tener muy claro que son los hombres los que han determinado la cultura científica  “La diversidad es muy importante para hacer buena ciencia. Creo que es muy importante tener en los grupos gente que no sean hombres heterosexuales blancos, porque traen ideas desde fuera del sistema”.

Entre sus hobbies se encuentran la jardinería y coleccionar poemas sobre el espacio y la Astronomía. Además siempre ha sido activa en su comunidad religiosa “La ciencia y la religión son compatibles si no te dicen qué tienes que creer”. En todo caso, considera que todavía es demasiado poco lo que conocemos del espacio y de los agujeros negros.

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