"Todos los sucesos extraños y terribles son bienvenidos, pero despreciamos los consuelos" .- Cleopatra

Que la realidad supera a la ficción ya lo sabemos. De hecho, resulta curioso que nos encanten esas series y películas de rollo antiguo y nos aburrieran las clases de Historia. Será porque al dedicarle pocas horas lectivas no daba tiempo a hacer una revisión a fondo de ningún periodo. Y es que la vida de algunas personas bien podría ser una trama de Juego de Tronos. En su caso, el mito ha superado a la realidad para quienes estudian el pasado. Por suerte, nos da igual si Cleopatra era tan seductora o no, solo nos importan la  inteligencia, la astucia y las dotes políticas de la última reina del Antiguo Egipto, que supuso una amenaza femenina para el  Imperio Romano. A su muerte, el país del Nilo se convertiría en una simple provincia del Imperio Romano. 

A la muerte de Alejandro Magno en el año 323 a.C. sus generales se repartieron el vasto Imperio que él había conseguido. Ptolomeo I  fue uno de ellos y se quedó con el territorio de Egipto, del que se proclamó emperador iniciando la Dinastía Ptolemaica. Sus sucesorxs gobernaron en Egipto a la par que Roma extendía sus dominios. Una de ellxs fue Cleopatra Filopator Nea Thea (Cleopatra VII), que nació en Macedonia en el año 69 A.C. Hija de Ptolomeo XII y Cleopatra V, aunque ella se creía  la reencarnación de la diosa Isis.  Su familia se constituía por  dos hermanas mayores, Berenice IV y Cleopatra VI, una hermana menor Arsinoe IV, y dos hermanos, menores que ella también,  Ptolomeo XIII y Ptolomeo XIV. Parece que se crio en un ambiente helenístico ya que estudió Filosofía y Matemáticas con los mejores maestros, también aprendería  Medicina y  Astronomía y hablaba nueve idiomas, siendo la única de su dinastía en aprender egipcio. Así mismo siempre estuvo rodeada de luchas de poder, traiciones e intrigas palaciegas, que provocaron que con solo once años se viera forzada a acompañar a su padre al exilio en Roma, tras unas revueltas en Egipto por su decadente forma de gobernar. La hermana mayor, Berenice IV, se convirtió en la nueva reina, pero fue asesinada tres años después, cuando Ptolomeo recuperó el trono con ayuda militar romana. A su muerte, Cleopatra se tuvo que casar con su hermano Ptolomeo XIII para poder mantener el trono, ya que entonces una mujer no podía reinar sola.
Sin embargo, esta incestuosa unión trajo consigo una guerra civil. Al tercer año de reinado, Ptolomeo XIII dejó de contar con su hermana para el gobierno, y ella conspiró para  matarle. Como fue descubierta, la exiliaron. Quizá lo mejor que pudo pasarle a Cleopatra, porque mientras  reunía un ejército en Siria, el emperador Julio César tomó partido por ella y decidió luchar a su lado contra el hermano.  Esta inestimable ayuda la sentó en el trono. Destacamos que, desgraciadamente, durante la guerra se quemó la biblioteca de Alejandría, gran maravilla del mundo antiguo.

Cuenta la historia, recordemos que habitualmente son los vencedores los que la escriben,  que Cleopatra y Julio César iniciaron  una relación amorosa por la que la reina de Egipto se fue a vivir a Roma unos años. En este periodo tuvieron un hijo, Cesarión. Los senadores romanos no aprobaban esa relación porque veían tambalearse los cimientos del Imperio Romano y asesinaron a César, y Cleopatra se volvió a Egipto.  Para mantenerse en el poder se casó con su otro hermano Ptolomeo XIV, al que se dice que envenenó y nombró a Cesarión su corregente.

En el 41 a.C., con 28 años se reunió con Marco Antonio, gobernador romano de los territorios de Oriente y se enamoraron. Tuvieron dos hijxs gemelxs, Alejandro Helios y Cleopatra Selene. Sin embargo, Marco Antonio regresó a Roma para  casarse con la hermana del nuevo emperador romano, Augusto. Pero seguía enamorado de la reina egipcia, y regresó a Oriente cuatro años después para casarse con Cleopatra y tener su tercer hijo, Ptolomeo Filadelfo. Hubo un corto periodo de prosperidad para Egipto, hasta consiguieron conquistar Armenia. Cuando  Augusto se enteró de la traición de su cuñado, en el 32 a.C les declaró la guerra “Al alabar a Antonio, he desanimado al César”.

Esta guerra la ganó de forma apabullante, otra vez, Roma en el año 30 a.C.. Marco Antonio se suicidó antes de caer derrotado y Cleopatra, que solo se mantenía viva por sus hijxs, negoció con Augusto para que les perdonase la vida, pero este asesinó a Cesarión, el último rey Ptolemaico. También ella se enteró de que Augusto tenía intención de llevarla a Roma y exhibirla como trofeo de guerra, a lo que Cleopatra respondió suicidándose como su amado. Los historiadores no se ponen de acuerdo en si se clavó un puñal o se dejó picar por una serpiente venenosa “Nada podría separarnos en la vida, pero ahora, en la muerte, es probable que cambiemos de lugar, tú, el romano que yace aquí en suelo egipcio, y yo, la mujer indefensa que soy, enterrada en Italia”. Se dice que su último deseo fue que la enterraran con Marco Antonio y que le fue concedido. A día de hoy,  el paradero de estas tumbas sigue siendo desconocido. Una de las teorías que se baraja es que quizá haya quedado sepultada debido a  las sucesivas crecidas del Nilo.

A su muerte, el importante reino egipcio pasó a manos romanas. Lxs hijxs de Cleopatra con Marco Antonio fueron llevados a Roma para que lxs cuidase la exmujer de su padre. Se sabe que solo sobrevivió la hija Cleopatra Selene que se casó con Juba II, rey de Mauritania, y que ella colaboró en la modernización del país. El nieto de Cleopatra, último descendiente de la dinastía, fue asesinado por Calígula en el año 40 d. C.

De Cleopatra se destaca que amaba la cultura y la historia de su país. Eso la hacía más querida por lxs egipcixs, a diferencia de sus predecesores. Los romanos destruyeron la mayoría de su legado, no obstante, se han hallado representaciones suyas en monedas y ánforas. Su tratado de belleza, en el que explicaba cómo se maquillaba: párpados color azul, labios carmín,  azul en su frente y sus manos. También contaba que se bañaba en leche de burra con miel. Sentía gran fascinación por los gatos, animal sagrado en el antiguo Egipto. Dicen que se inspiraba en la mirada felina para pintarse los ojos. De Marco Antonio y Cleopatra se han escrito ríos de tinta, hasta el mismo Shakespeare escribió una tragedia, hay óperas como la de Samuel Barber con libreto de Franco Zeffirelli, fue llevada al cine con gran éxito interpretada por Elizabeth Taylor, etcétera. Un historiador de la época narró de ella: ‘No era tal que deslumbrarse o dejase parados a los que la veían, pero su trato tenía un atractivo inevitable, y su figura, ayudada de su labia y de una gracia inherente a su conversación, parecía que dejaba clavado un aguijón en el ánimo. Cuando hablaba, el sonido mismo de su voz tenía cierta dulzura, y con la mayor facilidad acomodaba la lengua como un órgano de muchas cuerdas al idioma que quisiese’.

A pesar de todo, ella no fue la faraona más importante​ de la historia, ni siquiera gobernó en solitario, como sí lo hicieron sus antepasadas Hatshepsut (entre 1479/1457 a.C.), Neferusobek (1798/17943 a. C) y Tausert (1194/1186 a.C). Pero Cleopatra, aparte de un referente cultural, siempre será la faraona más joven y la última del antiguo Egipto, una importante diplomática, no cuestionamos sus métodos, que supo mantener un reino en su época de mayor crisis. También fue comandante naval, lingüista​ y escritora de tratados médicos “Mi honor no fue cedido, sino conquistado simplemente”.

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