“Ahora hay mucha creatividad, pero no se ve. Ahora es todo más uniforme y gregario. Cuando la gente está más uniformada es más fácil de manejar”.- Martirio

Nadie le dice cómo tiene que vestirse, ni qué tiene que decir. Ni, por supuesto, lo que tiene que cantar. Amante del arte y la belleza, podía haberse ganado la vida cantando sevillanas, que le encantan, pero inteligente e inquieta, decidió aprender de lxs mejores, viajar, y sobre todo, experimentar con la música. Con mucho respeto, elegancia e ironía ha logrado fusionar como nadie la copla andaluza con el bolero, el tango y el jazz, unir tradición y modernidad en un momento en el que la Movida decaía. Ilusión y búsqueda constante son las palabras que ha elegido para definir su profesión y su vida. Gafas oscuras y peineta son los complementos que ha escogido para vencer su timidez y mostrarse segura encima de los escenarios. 

María Isabel Quiñones Gutiérrez nació en Huelva en 1954, en plena dictadura franquista. Su madre, de quién heredó carácter y autoestima,  cantaba muy bien. A su padre le gustaba el teatro y además recitaba estupendamente. A día de hoy les agradece que lxs educaran a ella y a su hermano en el amor por el arte “Algo que puede limar asperezas entre niñxs. Es bueno educarlxs en algo creativo, lxs acompañará siempre y lxs hará la vida más bella”. También su abuela solía contarles historias, les leía libros de misterio, y les llevaba al cine.

Maribel empezaría su carrera en 1980 cantando con el grupo onubense Jarcha, que en la época de la Transición reflejaba en sus canciones el sentir de la sociedad de la época. Su Libertad sin ira, de 1975 se convirtió en todo un himno. Dice Quiñones que Jarcha fue su escuela. Con ellos aprendió a hacer voces, a enrollar cable, a cantar y a investigar en la canción popular. Su etapa con ellos duró cuatro años. Después, en 1984 se unió al grupo Veneno integrado por Kiko Veneno y Pata Negra (Raimundo y Rafael Amador).

Pero era en 1986 cuando Maribel Quiñones iniciaba su andadura en solitario y se convertía en Martirio. Eso sí, solo cuando actúa, ya que el resto del tiempo le gusta ser anónima, prefiere mirar a ser mirada, escuchar a la gente. Para el escenario, Martirio diseñó su propia imagen, a caballo entre el punk y el flamenco, apareciendo en sus actuaciones siempre con gafas oscuras y peineta “Las gafas porque tengo un punto rockero y underground. La peineta es un elemento dúctil y creativo que se puede convertir en algo superkisch o glamurisísimo”. Con ese look y esa forma tan particular de cantar, se convirtió en una referente de los 80. Fue madre a los 20 años, se casó y  se separó muy joven. También y tuvo que trabajar muy duro para sacar a su hijo adelante “Me casé con 19 años. Dejé la Universidad y me lancé a trabajar de auxiliar de clínica. Sentía un impulso creativo muy grande, había estudiado guitarra pero no tenía dedos ágiles. Y terminé en Jarcha, un grupo esencialmente coral”. Para poder ganarse la vida, a veces ha tenido que hacer teatro, radio y televisión, saliendo airosa de todos los proyectos “La culpa es una de las cosas con las que más nos machacan a las mujeres”. En 1999, Martirio publicó su libro autobiográfico La Vuelta a Martirio en 40 trajes, en el que escribió el poeta Juan Cobos Wilkins y con prólogo de José Luis Sampedro.

El amor, el desamor y las pasiones son temas recurrentes en sus canciones, que se pueden expresar muy bien a través de los boleros. Suele contar historias de mujeres anónimas que sufren. En Estoy atacá, con su característico sello humorístico, mostraba la realidad de las amas de casa de la época. Se convirtió en un éxito rápidamente “En Primavera en Nueva York hay un bolero compuesto por Sylvia Rexach titulado Y entonces, que yo siempre he dicho que es el primer bolero feminista porque dice frases contundentes que en los cuarenta no se permitía decir a las mujeres”. En este tema le acompañaban grandes del jazz. El cineasta Fernando Trueba se encargó de grabar el vídeo de promoción del disco.

Desde sus inicios ha colaborado, además de con lxs ya citadxs,  con grandes músicxs como Chano Domínguez, precisamente de cuya mano empezó sus incursiones en el Jazz, estilo que le gustaba de antes, pero cuando lo conoció fue cuando la enamoró. También ha cantado con Chavela Vargas, Compay Segundo, Soledad Bravo, Mayte Martín, Pedro Guerra y un larguísimo y reconocido etcétera. Hizo una versión en inglés de La bien pagá cantada originalmente por Miguel de Molina, ella la tituló So paid so well.

Martirio transforma un bolero en jazz, una ranchera mexicana en un blues, o cualquier cosa en unas bulerías “No había nada por detrás, ni marketing, ni gabinete de prensa ni nada parecido. Mi carrera ha sido mi evolución como persona”. Considera su forma de cantar totalmente emocional “Me parece que una mujer tiene una esencia mágica tan fuerte que, si dejas salir a tu diosa, te conviertes en poderosa. No importa que no seas la más alta, la más guapa o la más delgada”.

Tiene una muy considerable trayectoria con una muestra de propuestas de calidad y ha sido ya reconocida por público y crítica. Ha sido galardonada con varios premios, como el Premio de la Música 2004 en la categoría de Mejor Disco de Canción Española por Acoplados, junto a Chano Domínguez. En 2016 le concedieron el Premio Nacional de las Músicas Modernas.  En 2019 recibió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes.

Martirio está muy orgullosa de actuar con su hijo Raúl Rodríguez, sobre todo del disco homenaje a Chavela Vargas que hicieron juntxs. Aunque hayan cantado juntas, Martirio se considera superfan de Chavela, de la que dice que le tocaba el corazón cuando canta “La persona que más me ha emocionado a mí en la vida y la más valiente que he conocido”. También es admiradora de las letras Serrat y de Carlos Cano. De la actualidad destaca a Silvia Pérez “La que más me gusta de ahora”.

De hecho, de la música de hoy dice que es muy comercial, que premia las modas, el parecerse a alguien y no ser único, que es a lo que ella da más valor “Estos tiempos son más aborregantes que los de antes, más comerciales”. Sobre Rosalía dice que es “Una tía muy arriesgada, se nota que ha estudiado y ha hecho una apuesta que para mí no es flamenco, sino flamenco pop, pero desde luego es valiente y  canta muy bien, eso no hay quien lo dude”. Reflexiona “La vida del flamenco es más complicada que la del popero. Quiero pensar también que cuando se canta flamenco de verdad es porque se tiene una vida determinada. El pop rara vez hace daño al sistema. El flamenco es más subversivo y por lo tanto menos asimilable”.

En 2020, después de la pandemia y tras de 14 años sin actuar juntxs  volvió a cantar con Chano Domínguez, haciendo un homenaje al músico cubano Bola de Nieve, que era pianista e intérprete “Negro en una época muy racista y sufrió rechazo social por su homosexualidad. La primera vez que escuché a Bola de Nieve me llegó al alma por la forma tan sincera de cantar”.  La actuación homenaje cuenta con tintes jazzísticos que fusionan con coplas y flamenco.

Colecciona peinetas, tiene unas 200, con las que le gustaría montar una exposición algún día “Hay mucha cultura y mucho diseño y artesanía en esas peinetas y esos trajes”. También está encantada con las redes sociales porque puede hablar con la gente que la sigue y comprobar el efecto de su música, ya que por la calle nadie le dice nada al mantener ella el anonimato.

A sus 67 años sigue subiéndose a los escenarios con el mismo look característico, con ganas e ilusión por componer y colaborar con nuevxs artistas “Feliz de haberme dedicado a lo que más me gusta en el mundo que es la música, y con la satisfacción de haber hecho lo que me ha dado la gana durante cuarenta años. Puedo conservar la libertad para hacer lo que me pide el corazón”.


Comentarios

  1. Cuando ví la fotografía me pareció una folclórica más, pero cuándo he visto el vídeo, me he dado cuenta de que es una cantante comprometida y que usa el humor como arma.
    Gracias por vuestra labor.
    Saludos.

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    1. Por eso mismo sentimos la necesidad de hacerla! Gracias a ti por comentar!

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