"En cierto sentido era tan importante como el sufragio femenino, porque era el equivalente físico de la aceptación social de las mujeres”.- Kathy Switzer
Quien le iba a decir a ella que su decisión de llevar ese dorsal de tela, con ese número, para correr la maratón de Boston, se iba a convertir en un gran paso, o mejor, en una zancada tras otra, con rabia al principio, más serena después, para la lucha por la Igualdad de la mujer en el deporte. Porque ver correr a una mujer en una carrera hoy nos parece normal, pero no siempre fue así. Aunque todavía, a veces, no nos sentimos seguras corriendo solas.
Kathrine, “Kathy” Switzer nació en Amberg (Alemania) en 1947. Es hija de
un oficial del ejército de los EEUU, de familia granjera, y de una asesora
educativa. Una familia fuerte pero no muy deportista que se diga. A los doce
años, antes de empezar a estudiar en un gran Instituto de las afueras de
Washington D.C., era una niña muy insegura, por lo que su padre le propuso
correr todos los días un kilómetro. Así, podría ser buena en el equipo de
hockey sobre hierba del instituto. Ella tenía dudas sobre si sería capaz, el
padre estaba seguro de que lo conseguiría. Efectivamente, lo logró y fue una de
las mejores del equipo. Cada día corrió un poco más y fue logrando “Una
sensación de empoderamiento que nadie podría arrebatarme”.
A los diecinueve entró en la Universidad de Siracusa para estudiar
Periodismo. Allí comprobó que no había ni un solo deporte para las mujeres “Los
hombres tenían 25, además de becas. Pero para mí era culpa de las mujeres por
no haberlo pedido o exigido”. Decidió hacer atletismo, y preguntó al entrenador del equipo masculino si podía
entrenar con los chicos, le dijo que sí, pero que no la podían federar por ser
mujer. Más tarde diría que en la Universidad fue cuando realmente aprendió a
correr, y no con sus compañeros, sino
con Arnie Briggs, un entrenador voluntario, de cincuenta años, que le contaba historias de cómo correr maratones le cambió la vida. Todos esos relatos iban
inspirando a Kathy, hasta que un buen día le dijo que quería correr la maratón
de Boston. El entrenador le contestó que las mujeres no pueden correr tanto porque son
débiles y frágiles, pero que si le demostraba que era capaz, él mismo la
acompañaría. Y se lo demostró. Kathy
sabía perfectamente que el año anterior, en 1966, la atleta norteamericana
Bobbi Gibb la había corrido, aunque después de colarse a través de unos
arbustos, ya que las mujeres tenían prohibido participar en esa prueba.
Tres semanas antes de la carrera, Arnie
y Kathy entrenaron los 42.195m y al acabar, ella
dijo que se encontraba fenomenal, que podría correr otros ocho
kilómetros más. Lo hicieron y, al terminar los casi cincuenta kilómetros, él
exclamó ¡nos vamos a Boston! y, agotado,
se desmayó. “El deporte consiste en motivar y respetar a los demás, en
armonía. Esa es la mayor lección que he aprendido”.
Estudiaron bien el reglamento de la maratón de Boston, y no había ninguna
norma concreta que se refiriera al género de lxs participantes. Pero la carrera oficial más larga para
mujeres en ese momento era de 2.500m. Acordaron que se inscribiría, pero para
evitar problemas con la Unión Atlética Amateur lo haría con sus iniciales, KV
Switzer, de tal forma que no se podía saber que era una mujer.
Llegó el esperado 26 de abril de 1967 y Switzer se presentó con el
flamante dorsal número 261, contenta y maquillada. Iba con Arnie, su novio Tom
Miller y John Leonard, un compañero de la Universidad. Los corredores con los que
se encontraba le daban la bienvenida y se mostraban a su vez contentos de tener
una compañera mujer. Los primeros
kilómetros de la maratón transcurrieron con absoluta normalidad, hasta que el
público y la prensa se percataron de su presencia. También Jock Semple, uno de
los organizadores de la carrera, que se abalanzó sobre Kathy, le quitó el dorsal
de atrás con rabia y mientras la agarraba le gritaba ¡fuera de mi carrera!
Ese momento sería recogido por los fotógrafos, y la imagen se convertiría en un
documento que ha pasado a la historia. Y es que una imagen vale más que mil
palabras. Entonces Arnie le
gritó ¡corre como el infierno! A estas alturas toda la expectación estaba
puesta en ella. Sabía que tenía que
terminar la carrera, y lo hizo, con un tiempo de 4 horas y 20 minutos. “Acabaré
esta prueba aunque sea a cuatro patas, porque si no lo hago nadie creerá que las mujeres
puedan hacerlo”. La acabó, y esa misma noche se dio cuenta del significado
de lo que había hecho. Desde entonces se dedica a promover la inclusión de la
mujer en el deporte “No se trata de ir rápido, sino de acabar. Pasé del miedo a
la euforia plena”.
A partir de entonces, más mujeres
empezaron a participar en las carreras, pero hasta 1972 no se las admitió en la maratón
de Boston. Kathy siguió corriendo, en 1974 ganó la maratón de Nueva York con un
tiempo de 2 horas, 51 minutos y 37 segundos. Ha corrido la maratón de Boston en ocho ocasiones, la última en 2017,
con 70 años. Desde 1968 ha participado en carreras como Bristol Mayers
(1968-1972) y AMF Incorporated (1973-1977) “Me
convertí en una buena corredora. Y fue excitante porque yo no soy una corredora
talentosa, yo trabajo fuerte, pero no tengo talento". En 1977 creó el
Avon International Running Circuit, circuito en el que se organizaron unas 400
carreras en 27 países, hasta el año 2002.
Switzer también luchó para que la maratón femenina se incorporara a los
Juegos Olímpicos por primera vez en 1984 “Conseguir que esta prueba estuviese
en los Juegos, que además fueron televisados, era muy importante, porque todo
el mundo se daría cuenta de que podíamos hacer todo lo que nos propusiésemos".
Su hazaña de 1967 hubiera quedado
en el baúl de los recuerdos si no hubiera sido por Internet. Alguien difundió la famosa foto del
empujón, y el dorsal 261 empezó a verse
como un símbolo de liberación femenina por todo el mundo. Le mandaban correos y
fotos con ese número tatuado “Si se van
a tatuar mi dorsal, es porque significa algo importante para ellas”. Como
periodista, escribió notas de prensa y organizó carreras, ya que por aquél
entonces se difundían incontables bulos que alejaban a las mujeres del deporte "Sí, el bigote, el pelo en el pecho,
las piernas gordas, nunca podrás tener hijxs, nunca te echarás novio...Las
mujeres tenían miedo de intentarlo. Decían: Igual me pasa eso".
Así que, con otras compañeras, decidió llegar a miles de mujeres y
cambiarles la vida, creando la asociación sin ánimo de lucro 261 Fearless “He ido
de país en país para convencer a las mujeres de su gran capacidad”. Reflexiona “Un claro ejemplo son las keniatas. Eran
ciudadanas de tercera clase, muy pobres y poco valoradas. Cuando empezaron a
correr demostraron lo buenas que eran y el dinero que ganaron en las carreras
lo invirtieron en sus aldeas, construyendo casas, vacunando a lxs niñxs,
desinfectando el agua… Así cambiaron el tejido social. El sencillo acto de
poner un pie delante del otro ha transformado su entorno de forma radical”.
Ha escrito muchos artículos relacionados con la mujer y el deporte, y
tres libros: Running and Walking for Women Over 40 (1977), 26.2 Marathon
Stories, con su marido (2005) y sus memorias Marathon Woman (2007) luchando
siempre por la inclusión y la igualdad. “No
creo que hayamos alcanzado todavía la igualdad de género en el deporte.
Todavía hay países que no dejan a las mujeres salir solas, o tener una
educación, mucho menos hacer deporte”.
En 2018, con 71 años participó
en el Deusto Forum, sumando una prueba más a su extensa lista de éxitos.
Aprovechó la ocasión para dedicarnos una frase a todas las mujeres “Be
fearles”- “¡No tengas Miedo!”. En una entrevista durante esa estancia en
Euskadi comentaba "Correr transforma a las mujeres. Te hace sentir segura
de ti misma, te reafirma. Después
de correr, puedes querer dar otro paso, empezar otra nueva vida o asumir un
reto que quizás antes temías. Una mujer puede empezar corriendo un kilómetro y
decir: igual puede correr la carrera de 5 en mi ciudad y luego 10 y luego una
maratón. Y tú sabes: si corres una maratón puedes hacer todo".
Además de escritora, es comentarista de televisión, conferenciante y motivadora “Haz creer a lxs jóvenes que son capaces de todo y dales la oportunidad de intentarlo. Para mí la educación es crucial, pero en muchos países educar a las mujeres es considerado una amenaza por la clase dirigente”. A sus 74 años vive en Nueva York con su marido, sigue corriendo y disfrutando de su trabajo “Correré toda mi vida. Así que si veis una foto en el New York Times con una mujer bajita, de 86 años, corriendo y entrenando por Central Park… Esa seré yo. Correré tanto como pueda”.
Nos lo dicen los médicos, no dejas de correr porque te haces mayor, te haces mayor porque dejas de correr. Empecemos.
ResponderEliminarGenial, muy motivador
ResponderEliminarOtro ejemplo de voluntad, y no sólo en la lucha por la igualdad de géneros, también en la de la superación personal, esperando la próxima entrega con muchas ganas!! 😘 😘
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