“Una de mis preocupaciones fue quedar bien por eso de ser mujer. Era algo común a todas las que estudiábamos en aquellos años”.- Matilde Ucelay

Hace unos cien años, en España vivió una generación de mujeres que empezó a romper barreras, a abrir caminos en distintas profesiones. Si bien es cierto que muchas vieron truncadas sus carreras tras el golpe de estado de Franco y la posterior  dictadura, que reducía el  espacio de la mujer  básicamente al cuidado de la casa, del marido y lxs hijxs. No fue su caso, y en esa época en la que las mujeres hasta carecían de derechos legales, haciendo gala de una gran inteligencia, independencia y tenacidad  consiguió cumplir su sueño. 

Matilde Ucelay Maortúa nació en Madrid en 1912. Fue la primera de las cuatro hijas que tuvo el matrimonio de un abogado republicano  con la fundadora de una compañía de teatro. Las niñas fueron educadas en un ambiente liberal ilustrado, muy estimulante. Practicaban varios deportes y estudiaban música, las llevaban a conciertos y a la ópera e  iban a un colegio muy igualitario para la época. Además, por su casa también pasaban personalidades relacionadas con el mundo de la literatura, como García Lorca.

Matilde sacó tan buenas notas durante toda su infancia y adolescencia que no tuvo problema alguno para entrar en la carrera de Arquitectura, en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Madrid, la actual Universidad Politécnica (UPM). Cabe destacar que en 1931 entraron con ella otras dos mujeres, las primeras en estudiar esa carrera. De hecho, en la Escuela ni siquiera había baños de chicas, pero los pusieron. Nunca se sintieron discriminadas “Ingresé en la Escuela normalmente, en dos años, como se hacía entonces. Se decía entonces que la Escuela no quería admitir chicas. Nunca fue verdad semejante cosa. Fuimos maravillosamente recibidas las pocas chicas que llegaron a la Escuela en mi tiempo, y yo”.

Matilde Ucelay se convirtió en la primera mujer licenciada en Arquitectura de España,  gracias a que superó dos cursos en uno, junto con su compañero Fernando Chueca Goitia, por lo que acabó los estudios un año  antes de lo previsto. Fue tan importante este acontecimiento que sus compañerxs y amigxs le hicieron un homenaje, al que también asistió el Ministro de Gobernación. Era el 10 de julio de 1936. Ocho días después, Franco daba el  Golpe de Estado y acababa con la República legítimamente elegida, para instaurar una dictadura que duraría cuarenta años.

En el periódico La Voz la describían como tímida y de gran personalidad. Destacaban  que, a sus 23 añitos, Matilde no consideraba tan importante ser la primera en acabar la licenciatura de Arquitectura. El titular fue “Matilde Ucelay no quiere hablar, pero si habla”.

En 1936 era la única integrante femenina de la Junta de Gobierno del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, para la que trabajó de secretaria hasta que se mudó con su familia a Valencia por motivos políticos. Habían amenazado a su padre. Allí conoció al hombre con el que se casaría, el abogado y funcionario del Ministerio de Agricultura, José Carrillo, con el que tuvo dos hijos.

Cuando finalizó la Guerra Civil volvieron a Madrid. Entonces le prohibieron trabajar como arquitecta durante 5 años por su simpatía con el régimen republicano. La juzgaron varias veces en Consejo de Guerra, acusada de "auxilio a la rebelión". Pese a que declararon a su favor numerosas personalidades de la época, fue inhabilitada para cargos públicos y directivos, y tuvo que pagar una multa de 30.000 pesetas. Además, su título obtenido en 1936 no le fue expedido oficialmente hasta diez años después.

Sin embargo, durante este periodo se las arregló para seguir haciendo Proyectos, con la particularidad de que no los firmaba ella, sino sus compañeros. Años más tarde,  se presentó como candidata a directiva de la Asociación de Mujeres Universitarias, de la que había sido cofundadora, pero las autoridades franquistas se lo impidieron.

Cuando ya pudo ejercer legalmente, montó un estudio en su casa de Madrid. Puso un tablero en el salón y  allí hacía todo el trabajo de diseño,  mediciones y presupuestos, solo ayudada por un aparejador. Por las mañanas trabajaba en sus Proyectos y por las tardes visitaba las obras. Cansada del tranvía, decidió sacarse el carnet de conducir y comprarse un coche. Así, Matilde iba en su Seat 600 con elegantes vestidos, a supervisar las obras con albañiles, electricistas y fontaneros. Siempre haciéndose respetar en un mundo tan típicamente de hombres. “En la vida hay que aprender a colaborar. Y es buena escuela de colaboradores la obra. Allí todo depende de las personas. Los nervios se templan en el ejercicio de dar solución inmediata y serena a cualquier dificultad surgida. Y los nervios se controlan frente a los demás. Sí, es buena escuela de vida una obra”.

Comentaba que la mayoría de encargos se los hacían extranjeros o burgueses residentes en España, muchas, mujeres. Quizá, por los prejuicios de los hombres a dejar estas tareas en manos de una mujer “Se conoce que los españoles no se fiaban de mí”. No solo diseñaba viviendas “Construí muchas casas unifamiliares, pero también hice tiendas, fábricas, librerías e incluso una reforma a una casa del siglo XVIII en Italia”.

La mayoría de las viviendas diseñadas destacan por el cuidado del detalle y la atención a la vida de los habitantes. Quería hacer feliz a la gente. Eran casas con grandes ventanales para que entrara la luz, salones amplios para que la vivienda fuera muy cómoda. “Mi forma de construir no se guiaba por los diferentes estilos que imperaban en el país. Me ocupaba del gusto del cliente. Es importante construir para que la persona que te paga esté  satisfecha”.

En 2004 obtuvo el Premio Nacional de Arquitectura.​ En 2006 participó en la Bienal de Venecia de Arquitectura representando a España. 

Pero no fueron los reconocimientos lo que más feliz le hicieron, sino que su hijo Javier decidiera ser arquitecto “Me da mucha alegría que haya elegido seguir mis pasos. Hemos trabajado juntxs en ocasiones y la verdad es que con buenos resultados”.

En una entrevista humildemente declaraba “Pregúnteme lo que quiera, yo le responderé en la medida de lo posible.”

Falleció en Madrid el 24 de noviembre de 2008, quizá por la soledad provocada por la muerte de su marido y por haber dejado de trabajar. Precisamente, su hijo Javier comentaba que Ucelay “Se fue encerrando en una casa dentro de su cabeza y a veces, si tenía visita de sus familiares salía, pero cada vez menos, y al final ya casi no salió.”

En su vida profesional tiene registrados más de 120 proyectos, sin contar los realizados antes de 1945, que no llevan su firma. A destacar La casa Oswald en Madrid, la Casa Benítez de Lugo en las Palmas de Gran Canaria, y las librerías Turner e Hispano-Argentina en Madrid. En 2018 apareció en el cómic de “Herstóricas. Historia, Mujeres y Género” y se puso su nombre a un jardín del distrito de Chamberí.

Después de ella, muchas mujeres se dedican a la Arquitectura, pero a día de hoy, sigue abierto el debate de por qué la  mayoría de la obra realizada por mujeres está orientada a viviendas o locales privados y no a grandes obras de envergadura económica, que generalmente firman arquitectos estrella, la mayoría hombres. Afortunadamente esto va cambiando, aunque despacio. “Las mujeres, si no tienen independencia económica, no tienen libertad”.

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