“He recibido muchos premios de ingeniería, pero espero que también se me recuerde como defensora de los derechos de las mujeres y lxs niñxs”. -Elsie MacGill

Que su abuela y su madre también fueran referentes a seguir no le resta un ápice de mérito. Con mucho esfuerzo y superando todos los desafíos, tanto personales como profesionales, consiguió hacer historia, y no una, sino dos veces en un mundo dominado por hombres, el de la Ingeniería. 

 

Elizabeth “Elsie” MacGill nació en Vancouver en 1905. Su padre era abogado y periodista, y su madre sufragista y la primera jueza de la Columbia Británica. Tenía dos hermanastros mayores, y una hermana mayor, Helen. Lxs padres no escatimaron esfuerzos para que las niñas tuvieran las mismas oportunidades que los chicos, así que convirtieron su casa en un aula. Elsie y su hermana aprendieron a escribir y hablar en Francés, varios Deportes, Dibujo, Pintura etc. Ya de adolescente empezó a interesarse por la ciencia y a mostrar habilidades para “arreglar cosas”. Así que, en su casa, a nadie sorprendió que estudiara una Ingeniería. Por supuesto, contó con el apoyo incondicional de su madre. A los 18 años fue admitida en la Universidad de Toronto para estudiar Ingeniería Eléctrica. “Mi presencia en las clases de ingeniería de la Universidad de Toronto en 1923, ciertamente volteó algunas cabezas”.

Durante la carrera, trabajaba los veranos en talleres de maquinaria reparando motores eléctricos. Conseguía un dinerillo para sus estudios y, sobre todo, una experiencia a la que sacaría partido tiempo después.

Sin embargo, el destino le jugó una mala pasada y, justo antes de graduarse, enfermó de poliomielitis. Los médicos le dijeron que lo más seguro era que tendría que pasar el resto de su vida en una silla de ruedas, posibilidad que ella rechazó desde el primer momento. Con mucho esfuerzo consiguió caminar de nuevo, aunque ayudándose con dos pesados bastones de metal. Pese a esto, siguió siendo muy independiente, hasta conducía ayudándose con las manos para levantar la pierna cuando necesitaba presionar el embrague.

En 1927, se convertía en la primera mujer canadiense graduada en Ingeniería Eléctrica. Fue a vivir a Michigan, donde trabajó para la compañía de automóviles Austin, que justo en esa época empezaba a fabricar aviones.  Entonces nació su interés por el sector aeronáutico y se puso a estudiar Ingeniería Aeronáutica en la Universidad de Michigan. Poco después conseguía su flamante título y pasaría a la historia como la primera mujer Ingeniera Aeronáutica del Mundo. En 1932 inició los estudios de Doctorado en el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y escribió varios artículos en revistas de aviación. Regresó a Canadá para trabajar en la Fairchild Aircraft, y empezó su reputación de mujer valiente, ya que siempre subía a todos los vuelos de prueba de los aviones que diseñaba. “Aunque nunca aprendí a volar por mí misma, acompañé a los pilotos en todos los vuelos de prueba, incluso en el peligroso primer vuelo, de todos los aviones en los que trabajé”

1938 fue  un buen año para MacGilll, fue la primera mujer en ser aceptada en el Instituto de Ingeniería de Canadá. Escribió una publicación muy elogiada en la Real Sociedad Aeronáutica y en “The Engineering Journal”. Participó en una sección de un programa de radio titulada ”La ingeniería aeronáutica en Canadá en tiempo de guerra” y la contrataron como Ingeniera Aeronáutica jefa en la Canadian Car and Foundry -CanCar-. Allí fue la responsable de hacer el proyecto  del avión de entrenamiento Maple Leaf II, reconocido como el primero diseñado por una mujer.

Cuando se declaró la II Guerra Mundial, lideró la producción del primer “Hurricane Figther”, introduciendo  un sistema innovador de construcción modular, para que cada pieza se desarrollara con precisión y fuera exactamente igual en cada avión. “Fueron diseñados para que las piezas encajaran como un juego de mecano de niños. Las piezas de un fuselaje son intercambiables con las de otro. Esto será muy útil cuando estén reparando un avión dañado en acción”. Los Hurricanes adquirían cada vez más éxito y aumentaba su demanda, hasta llegar a producir unos 2.000 al final de la Guerra. Elsie supervisaba entonces a unos 4.500 trabajadores de la CanCar, casi la mitad eran mujeres. Su éxito en la producción de estos aviones inspiró un cómic sobre ella, titulado “Queen of Hurricanes”: "Estamos trabajando no solo con el objetivo de ganar la guerra, sino también por la gloria de llevar la paz a todo el mundo".

Al acabar la Guerra empezó a salir con un compañero de trabajo, su futuro marido, lo que provocó el despido de ambxs de la compañía. Se fueron a Toronto, donde Elsie creó su propia empresa de consultoría de ingeniería, dedicada principalmente a proyectos de aeronaves civiles. Más tarde sería la representante canadiense en la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) de las Naciones Unidas.

Cuando falleció su madre, decidió escribir la biografía que tituló “Mi madre la Jueza:una biografía de Helen MacGill”. Al revisar papeles escritos por su madre, retomó las reivindicaciones feministas de ella y de su abuela, como la disponibilidad de guarderías y el otorgamiento de licencias por maternidad. Fue presidenta de la Federación Canadiense de Clubes Femeninos de Negocios y Profesionales de 1962 a 1964. Miembro de la Comisión Real de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de Ontario.  Se le concedió la Orden del Canadá en 1971 por su labor en Canadá, así como muchos otros galardones.

Falleció en 1980, tras una vida apasionante. Fue una mujer valiente, con fuerte afán de superación y de inclusión. Además, allanó  enormemente el camino a las que vendrían  después. Por todo ello, hoy sigue siendo estudiada, admirada, respetada, querida e incluso premiada.

En 2019 correos en Canadá emitió sellos postales con su imagen y en septiembre de 2020 se fundó la Escuela Pública Elsie MacGill.



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