"Yo grito para compensar el silencio de la vida de una mujer. Al que pague más, la niña es suya"- Sonita Alizadeh

Componer una canción le cambió radicalmente la vida, evitó su matrimonio infantil forzado, le permitió huir de su país y comenzar a decidir cómo quería vivir. Es otro caso de cómo el arte no está determinado por quién seas o dónde vivas. Cómo pasó de ser una forma de expresión a convertirse en una liberación.


Sonita Alizadeh nació en 1996 en Herat, la tercera población más grande de Afganistán, en el seno de una familia muy tradicional, de las que casan a las niñas. Ella misma explica “En mi país, una chica buena debe ser silente, no hablar de su futuro, y escuchar a su familia incluso cuando le dicen que debe casarse con él, o con él, o con él. Una buena chica es como un perro, a quien se le paga por jugar”.

Cuando tan solo tenía diez años, ya intentaron venderla al marido que más dinero ofreciera por ella. En aquel momento, como ella misma ha confesado, no sabía muy bien qué significaba aquello. Sin embargo, tuvo la “suerte” de que justo  antes de que el acuerdo se consumara,  su familia tuvo que huir  a Irán para escapar  de la guerra.

Una vez en Teherán, Sonita no pudo estudiar, vivía de limpiar baños en una ONG para refugiadxs, donde, prácticamente por su cuenta, aprendió a leer, escribir y descubrió la  música. Un ejemplo de cómo  Internet  también puede tener una influencia muy positiva en la educación y en el empoderamiento de las personas. Sonita veía  en Youtube vídeos de artistas como el rapero iraní  Yas o el mismísimo Eminem.

El rap, que tan a menudo trata de situaciones difíciles y de autosuperación, inspiró a una jovencísima Sonita, que empezó a componer sus propias canciones. Todo  un desafío, ya que en Irán está explícitamente  prohibido a las mujeres cantar en público.  A ella le daba igual, ¿solo era música? Sus rimas trataban de cómo es ser mujer bajo el régimen talibán, de la guerra, la violencia y la ausencia de derechos de la mujer.

El primer paso de gigante en su carrera llegó cuando tenía 16 años, gracias a una competición estadounidense, donde se pedía a lxs jóvenes buscar maneras de entusiasmar a lxs votantes. Ella se presentó con una canción que trataba de los derechos de voto del pueblo afgano. Ganó mil dólares que envió a su madre, quien había vuelto a vivir a  Afganistán. ¿La respuesta de su madre? Que le había encontrado otro marido, que pagaba 9.000 $. Irónicamente, este dinero era deseado por la familia para que, a su vez, su hermano comprara esposa. 

Pero ahora Sonita ya era capaz de entender qué significaba aquello, quizá por haber podido ver otras formas de vida en redes sociales. Parecía abocada a un destino inevitable.  Entonces, un miembro de la ONG en la que estaba, recurrió a la directora de documentales iraní Rokhsareh Ghaem Maghami, y le habló de su  talento musical. Enseguida  decidió implicarse.  Para ello consiguió aplazar seis meses la venta de la rapera, pagando otros dos mil dólares a su madre. Sería el tiempo suficiente para que la talentosa joven compusiera la canción que le cambió la vida “Brides for sale”. Esta expresiva canción trata de cómo Sonita no quería ser casada por dinero y menos con un hombre al que ni siquiera conocía. En el videoclip  solo aparece Sonita, vestida de novia, con magulladuras y un código de barras en la frente. Aunque susurrante, su voz se escuchó tan alto y tan lejos que se convirtió en un fenómeno mundial  y , por supuesto, se libró de ese matrimonio.

“Mi madre quiso casarme pero eso no quiere decir que no me quiera”, explica Sonita. “Me quiere pero tenía que cerrar los ojos, no podía hacer nada. Ella también estaba obligada a hacerlo por respeto a la tradición y debido a nuestra pobreza. Más tarde, gracias a mis canciones, mi madre se dio cuenta de lo que yo realmente sentía. Soy una chica pero puedo hacer cosas, puedo vivir mi propio futuro”.

Además, un año después Rokhsareh y ella rodaron un documental sobre el tema, titulado “Sonita”. La directora iraní afirmó que “Lo más difícil fue tratar con la madre porque quería llevarse a su hija. Fue un momento difícil porque si ayudas, te olvidas de la película y, si no ayudas, te olvidas del lado humano de esta historia. No podía quedarme de brazos cruzados”.

Con el documental, Rokhsareh obtuvo el premio del público en el Festival Internacional de Documentales de Amsterdam, así como el reconocimiento de la crítica y  del público en el de Sundance. Además, lo eligieron para clausurar la XXI Muestra de Cine Dirigido por Mujeres que se celebró en Bilbao.  

Así, Sonita evitó el matrimonio forzado y se fue a vivir a EEUU, donde la Strongheart Group, una organización sin ánimo de lucro, cuya misión es ayudar a jóvenes talentos que se encuentran en entornos hostiles, le concedió  una beca para estudiar música. Aunque llegar a EEUU tampoco le resultó  fácil, ya que no tenía papeles y era casi imposible hacerle un pasaporte sin el permiso de sus padres.

Una vez allí, también ha participado en eventos de la ONU, alzando su voz en contra de los matrimonios forzados. Afirma, "Quiero que todxs sepan que la educación de una chica  vale mucho más que su dote". La ONU calcula que al 15% de las mujeres afganas las obligan a casarse antes de los quince años.

Actualmente sigue componiendo, sube vídeos a YouTube, además de dar conciertos y conferencias,  ya sea tratando este tipo de polémicas o cantando sus canciones, para ayudar a otras chicas en su situación. Le gustaría acabar Derecho y volver a Afganistán para continuar luchando para que no les ocurra a otras niñas justo aquello de lo que ella consiguió librarse, teniendo como base la educación.

Su música y su documental, siguen inspirando y ayudando a todas las mujeres que necesitan algo a lo que aferrarse para cambiar sus vidas. No son pocas.

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